jueves, 31 de diciembre de 2009

Un año más

Hace tan solo unas horas ha empezado un año, y también una década. Esta que dejamos atrás empezó con el tan sonado efecto 2000, que además de no haber llegado a materializarse, hoy nos suena como a algo que pasó hace no una pero cien décadas por lo menos.
Lo bueno que tiene abrir y cerrar década es que no tienes que necesariamente centrarte en lo positivo y negativo del último año si quieres hacer un repaso general de los últimos acontecimientos. Bastará con que pienses en décadas como unidad de medida temporal y te resultará menos difícil, absurdo y doloroso meter el dedo en la llaga en los momentos bajos y hecatombes personales de los últimos diez años, ya que sólo te acordarás de los más sonados, mientras que si te pones a hacer lo propio con sólo un año, te pueden dar las uvas del que viene sin haber terminado. Lo malo de pensar en décadas es que los marrones de un año se pueden achacar a una mala cosecha, una sucesión de malos días, o la conjunción planetaria anual... mientras que los marrones de toda una década acaban deprimiendo al más pintado, al descubrir que uno sigue ahí, en 2010, igual que estaba en 2000, posiblemente con más kilos o menos pelo, pero con los mismos fantasmas en el armario.
Desde donde estoy, se respira la tranquilidad de la madrugada mezclada con algún que otro petardazo rezagado (en Holanda la entrada del año nuevo se recibe con cohetes y fuegos artificiales). Un escenario muy diferente al de hace 10 años a esta misma hora (que no tengo ni idea de cuál era en concreto, pero a ojo de buen cubero diría que un antro cualquiera, ruidoso y lleno de matasuegras y cintas de serpentina, en mi Asturias natal). Han sido diez años de intensos cambios, siempre condicionados por la neurosis. ¿Qué habría sido de estos diez últimos años sin ella? Posiblemente, no sólo posiblemente sino también seguramente, yo no estaría aquí. Mentiría si dijera que no siento curiosidad sobre dónde y en qué circunstancia vital estaría entonces, pero como eso nunca llegará a saberse a no ser que llegase a nuestras vidas un Dr. Tom como el de Being Erica, es imposible averiguarlo. Y como también es cierto que la neurosis ya condicionaba mi vida en el año 2000, si no hubiese existido el punto de partida no sería tampoco el mismo antro ruidoso y con matasuegras que fue en realidad.
En fin, que menos mal que sólo me he bebido un vaso de cava, que si llega a ser una botella entera, estaría en estos momentos cabeza abajo y recitándole versos a mi kundalini.
Bienvenidos a la segunda década del tercer milenio.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Tiempos modernos

Primero fue el móvil, luego el correo electrónico, después el msn y ahora hace ya tiempo que si quieres estar "in", tienes que tener el Facebook (o el Hyves o el Tweeter, que esos no los conozco pero deben de ser más o menos lo mismo). Yo ya llevo un año recibiendo avisos de estos de "fulanito te ha invitado a unirte a su red de amigos", sin que al principio supiese de qué iba el tema (y ahora poco más, aunque ya tengo cuenta, cosa que hasta hace muy poco ni tenía). La verdad es que hay que reconocer que el tinglado este ofrece tooodo un universo de posiblidades. Te puedes encontrar allí desde una foto de la vecina del quinto dándole el pollo a Andreíta, pasando por otra de aquel noviete entrañable que tuviste en 2º de BUP, hasta una instantánea de ti misma con aparato en los piños y coletas en aquel viaje de estudios infame que prefieres olvidar... y que no sólo la rescatan del baúl de los recuerdos sino que te "etiquetan" con nombre y apellidos, envían alertas a todos tus contactos para que no se pierdan la tela y lanzan el resultado digitalizado a circular por todo el ciberespacio.
Aquí es donde uno debería pararse a pensar y replantearse si realmente el que todos estemos disponibles y localizables a golpe de click es realmente tan estupendo. No sé si recuerdas, en aquellos tiempos en que leíamos el Zipi y Zape, no sabíamos nada de videojuegos, ni ordenadores ni wiis, y los molinos eran blancos, en aquellas entrañables publicaciones en que había sección de "contactos" y no se referían a guarradas varias, sino a otros jovenzuelos/as con los que podías cartearte de aquella manera en que un señor llamado cartero te traía una carta con sello y todo al buzón de tu casa. Bueno, en aquellos tiempos y aquellas secciones, muchas veces aparecían llamamientos que posteriormente debieron de inspirar a Lobatón, tales como: "Busco a un chico llamado Pedro que me sacó a bailar en la verbena de Coslada el viernes pasado..." Me gustaría poder fantasear con la posibilidad de que algún día en que ya peine canas, abra el periódico, o el Zipi y Zape, eso da igual, y me encuentre con un mensaje de un lejano admirador secreto del instituto, tipo "Morgana tiene una talla 40 y calza un 38 de zapato. Sé que emigró a Holanda a finales de los años 90, allí conoció a un adonis holandés y tuvo 5 hijos. Después de esto, le perdí la pista. Si alguien sabe algo..." (la parte del adonis holandés es perfectamente reemplazable por diferentes correrías que podrían ocurrirle a cualquiera en el tramo vital adulto, claro). Lo que pasa es que no hace falta ir muy allá en la fantasía para darse cuenta de que cualquier admirador secreto que conozca mi nombre y apellido, no tiene más que teclearlo en el recuadrillo del Facebook y allí recibirá en menos de 2 segundos noticias frescas de mis últimos avatares.
Por eso, hace solamente unos meses descubrí con agrado un apartado especial en la revista esta gratuita sobre actividades culturales que suelen dar en los supermercados y superficies afines (en La Haya se llama NL70, y creo que en cada ciudad de Holanda el nombre lleva los números del prefijo telefónico) . Esta sección está dentro del apartado "Dating" y se llama "Stadshart" ("el corazón de la ciudad"). La presentación dice que en La Haya cada día se producen todo tipo de sucesos "emocionantes" entre desconocidos. Ahí fue donde hace unas semanas leí un mensaje en que una chica se dirigía a un chico al que ve todas las mañanas en la parada del tranvía que los lleva a la estación central. Se miran pero nunca se hablan. Y en vez de abordarle en plena parada a las 8 AM, ella prefiere hacerlo mediante esta vía. Otro mensaje, también femenino, esta vez dirigido al chico que estaba cenando con sus amigos en la mesa de al lado del restaurante el fin de semana anterior. He leído también alguno masculino, dirigido a la chica del vestido morado que hablaba por teléfono en el Coffee Company. Y hasta otro de un ente femenino que intercambió números de móvil con uno masculino en el Paard van Trooie, pero le parece más leuk contactar de esta manera.
Ya sé que por tu mente está planeando el rótulo de "cutre", pero en los tiempos que corren sigo leyendo con avidez el apartado "Stadshart" del NL70 antes de enterarme por aviso electrónico de quién ha sido el último que ha comentado mi estado en el Facebook.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Las bicicletas ¿son para el verano?

Ahora que empiezan a llegar los fríos, y sobre todo las lluvias, al país del queso, recuerdo una vez más lo acertado que estuvo Fernando Fernán Gómez con este título. Los holandeses no se cortan ni por un huracán, ni por un diluvio, ni creo que ni por el tornado de El Mago de Oz en calzarse la bici y salir pedaleando a donde sea. No sólo eso, sino que, para evitar que los fríos aires nórdicos les derriben de la bici de una bofetada, cuelgan a sus niños del manillar a modo de parapeto. Es muy típico de estas tierras planas el llamado regenpak o "traje de lluvia", que consiste en un chubasquero de los de toda la vida a juego con unos pantalones impermeables del mismo material. El traje en cuestión se lo ponen poco antes de salir de casa, encima de su ropa al uso, nota bene encima del traje, la corbata, la falda, el vestido, el abrigo... ( sobre la falda y el vestido, cómo lo hacen sigue siendo el centro de un trabajo de investigación en el que todavía estamos trabajando), y se lo quitan al llegar al trabajo, dejándolo colgado en el perchero, al lado del paragüero vacío. Porque por supuesto, aquí nadie lleva paraguas... para qué... el que no se quiera mojar se pone el traje de lluvia, por el que solo asoman los ojos, la nariz y poco más por el agujero de la capucha. Y el que no le importe, que también son varios, lo que hace es ir colgando prendas de ropa variadas en los radiadores que rodean su mesa de trabajo, sacudirse las melenas cual perro pachón y hala, a lo suyo.
Con este cariño que le profesan a sus bicicletas, es normal que nos encontremos modelos de cualquier tipo y condición. Aunque también hay usuarios que las prefieren "peladas", con los pedales y poco más, lo normal es que lleven por lo menos un accesorio trasero para llevar el maletín u otros aperos de trabajo. Las de señoras suelen llevar también una cesta delante, en la que no pocas veces asoma la cabeza de un perrito pequeño (que los llaman "vikingos"). A los casados no hace falta mirarles el dedo anular, como hacía Carrie en Sexo en Nueva York. Basta con contar el número de asientos infantiles que lleva su bici para saber cuántas veces le han hecho padre. Si resulta que el señor o señora en cuestión es un buen semental/a y el número de niños es mayor de 2, no es raro que en la parte de la rueda de delante lleven un cajón de madera para meter dentro a la descendencia. Este modelo se llama bakfiets o bicicleta de panadero, ya que parece ser que antaño el repartidor del pan llevaba el pan en esta especie de cajón, aunque los españoles que viven por aquí las llaman "bicicarro". En este caso la peña se corta un poco más con lo de la exposición a las lluvias, y la mayoría tienen una especie de toldo articulado de plástico con ventanitas, de quita y pon, con lo cual los niños van tapados en los días grises. Ni os imagináis todo lo que cabe allí dentro, además de niños. Y tampoco lo que debe de pesar pedalear con un artilugio de esos. No lo entiendo porque la mayoría de las mamás en "bicicarro" (suelen ser más bien artículo de señoras) no parece que tengan la silueta estupenda que cabría esperar, sino más bien todo lo contrario. Y es que hay que ser un poco potranca para poder maniobrar con este aparato sin dejarte los hígados en el intento. Algunas veces el bicicarro viene combinado con un aparato de lo más ingenioso, una especie de hierro lateral con una tira de velcro en el que las sufridas mamás enganchan, puesta de pie, una sillita de estas de niño que plegada queda poco más que del tamaño de un palo. Este porta-sillas (ni idea de si tiene nombre en español), también se puede llevar en una bici normal combinada con asientos de niño: para bebés, en el manillar, para niños mayores, detrás del sillín (llevarlo en una bici sin asientos para niños no tendría lógica ninguna, porque a ver para qué quiere alguien una sillita de niño sin niños). Aunque cosas que se escapan a la lógica se ven también cuando alguien pasea tranquilamente en su bicicleta mientras con una mano agarra el manillar de una bici vacía que va empujando a su lado. Esta es una estampa bastante normal por estos parajes. Siempre me queda la duda de las causas que impulsan a un ser humano a llevar una bici vacía de esta guisa, aunque seguro que, como para -casi- todo, hay una explicación lógica. Yo por si acaso no lo intentaría si no quiero acabar con una bicicleta de sombrero. Es que esa es otra, el dominio que tienen los aborígenes primarios holandeses con la bicicleta. Es que deben de nacer ya con ella entre las piernas. Al poco de llegar a Holanda, un galante aborigen se ofreció a llevarme a no sé dónde en la parte de atrás de su bici. Cuando yo pensaba en subirme a horcajadas (y más bien, cómo subirme dando la imagen de que aquello de encaramarse allí arriba era cosa de todos los días), el aborigen en cuestión arrancó inesperadamente, mirando hacia atrás y diciendo "Pero subeeeee" ¡Pero cómo me voy a subir, si ha tomado usté las de Villadiego! Pues al parecer ésa es la manera. No se sube uno a horcajadas, como si fuese montado en pony, sino con las dos piernas al mismo lado y de un salto, mientras el conductor ya ha arrancado. Pa habernos matao, pero esta es una maniobra que se observa a diario y en todas partes. Lo más normal del mundo. Del mundo holandés, claro, porque en España... en nuestros tiempos hasta de pie iba uno en la parte de atrás de la bici de su colega, agarrado a sus hombros, pero después de haberse subido con sudor y esfuerzo mientras la bici estaba parada. Además, en aquellos tiempos éramos todos más flexibles. Les hace gracia cuando les digo que en España las bicis son mayormente cosa de niños, o por lo menos es el recuerdo que yo tengo, aunque hoy en día en nuestro país hay más carriles-bici y alguno que se anima. Pero creo que la estampa del papá, la mamá, el perrito en la cesta y la bolsa del picnic paseando en bicicleta va a tardar en darse, si es que se da algún día.

lunes, 2 de noviembre de 2009

El primer lunes de cada mes

Son las 12 del mediodía y, como cada primer lunes de mes, suenan las alarmas. Durante 5 minutos en toda la ciudad se escucha el ulular de las sirenas que anuncian catástrofe inminente. Pero que nadie se preocupe, es sólo una prueba para asegurar, una vez más, que las alarmas siguen funcionando perfectamente.
Descartado ya el pensamiento de que hay que salir por patas al refugio anti-nuclear, lo primero que se te viene a la corteza es "¿Pero ya ha pasado un mes más?". Y recuerdas el último episodio sirenil que fuiste consciente de escuchar (la mayoría de las veces, no te llegas a dar cuenta). Recuerdo el primer lunes de agosto del año pasado, sentada en mi escritorio en la oficina. Recuerdo el primer lunes de julio de este año, con mi padre a la puerta del CB. Otros han llegado y han pasado, sin pena ni gloria, y ya no los recuerdo tan bien. Y me lleno de melancolía pensando que, la próxima vez que se repita un primer lunes de no se sabe qué mes, la próxima vez que sea consciente de que las sirenas vuelven a sonar, recordaré el día de hoy, aquel primer lunes de noviembre de 2009, cuando en casa, ante el portátil abierto, escuchaba la sirena que no indica desastre, sino simplemente que el tiempo pasa inexorable. TEMPUS FUGIT.
¿Y tú? ¿Dónde estarás tú en el próximo toque de sirena?

martes, 8 de septiembre de 2009

¡Socorro, que viene el pánico!

Es una sensación, un latido, una corazonada... Es un estallido inexplicable que sientes que te roba la vida, te ciega y te deja bloqueado, sin capacidad de reaccionar. Es el ataque de pánico.

Los remedios son muchos y muy variados, desde la clásica bolsa de plástico para respirar dentro (sólo para los muy valientes, por lo general hacer esto simplemente da más pánico) hasta los sofisticados recaptadores de serotonina, pasando por la psicoterapia (la mejor, la cognitivo-conductual).

Algunos remedios alternativos: la acupuntura o si lo de que te claven banderillas no te va, la variante menos heavy, la acupresura (aprende a masajear el pericardium 6, seis veces por minuto desde que te ataca la bestia http://www.ehow.com/video_4948508_acupressure-panic-attacks-pericardium-6.html). Los remedios de las Flores de Bach: el Remedio de Rescate igual vale para un roto que para un descosido, pero el que está especialmente diseñado para el pánico es el "Rock Rose" o Heliantemo. La terapia Mensendieck (en Holanda), un tipo de gimnasia que corrige errores posturales, contracturas musculares y te enseña a respirar mejor.

No sé si la ansiedad o el trastorno de pánico tienen algo que ver con la histeria femenina de los tiempos freudianos. El caso es que en aquellos tiempos histéricas las había a cientos y a miles, y a día de hoy no nos ha quedado ninguna. Los médicos de la época tenían a bien proceder al masaje terapéutico de clítoris como parte del tratamiento a la paciente histérica. No en vano Wilhem Reich, compañero de fatigas de Sigmun Freud, tituló una de sus obras La función del orgasmo, que no he leído, pero que ya sólo el título me resulta muy revelador. Al parecer la teoría es que la energía orgiástica que se acumula, de alguna forma tiene que salir al exterior... ¿y qué mejor forma que una neurosis? No sé por qué me da que los mejores vibradores se diseñaron en la era victoriana. De todas formas, ahí queda eso como terapia alternativa complementaria. Panikeros del mundo... viva la masturbación terapéutica.

Y sobre todo... no hiperventiles; no te molestes en correr, porque siempre va contigo; no intentes darle esquinazo, te encontrará; no bajes la guardia. La bestia acecha, como un puma en la soledad de Quitratue. Si te encuentras con ella, mírala directamente a los ojos y no dejes de sostenerle la mirada.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Estrenando blog

Corría el verano de 2004 cuando aterricé en Holanda. Bueno, aterrizaje es un decir (quienes me conocen no lo dudarán ni un segundo), ya que mi entrada estelar en estas tierras planas se produjo en coche-patera. Así que está a punto de cumplirse el primer lustro de mi andadura en tierras holandesas. Después de todo este tiempo, he llegado, entre otras, a las siguientes conclusiones:


1. El holandés es, efectivamente, un idioma, no una sucesión de gruñidos enlazados.


2. El concepto "montar en bicicleta" adquiere dimensiones desconocidas para alguien que no sea un aborigen primario de estas tierras (¿pero de verdad que antes de llegar a Holanda NUNCA habías visto a nadie simultáneamente paseando al perro, afeitándose y portando la funda de su violonchelo mientras pedalea?)


3. El número de kilos adquiridos es directamente proporcional al número de años viviendo en los nobles Países Bajos.


4. No te molestes en luchar contra el destino: después de las 6 PM, desaparece cualquier indicio de vida humana de la faz de la tierra holandesa.



5. La expresión "fiesta de cumpleaños" no es más que un oxímoron inesperado. ¿Existen dos términos más antitéticos que "fiesta" y "cumpleaños" cuando te encuentras atrapado/a en el mismísmo epicentro del estratégico círculo de sillas? (un consejo: nunca te sientes en esa silla vacía al lado del abuelo de los piños postizos... recuerda que todos defenderán con uñas y dientes sus posiciones primigenias hasta el final de la velada)