jueves, 26 de noviembre de 2009

Las bicicletas ¿son para el verano?

Ahora que empiezan a llegar los fríos, y sobre todo las lluvias, al país del queso, recuerdo una vez más lo acertado que estuvo Fernando Fernán Gómez con este título. Los holandeses no se cortan ni por un huracán, ni por un diluvio, ni creo que ni por el tornado de El Mago de Oz en calzarse la bici y salir pedaleando a donde sea. No sólo eso, sino que, para evitar que los fríos aires nórdicos les derriben de la bici de una bofetada, cuelgan a sus niños del manillar a modo de parapeto. Es muy típico de estas tierras planas el llamado regenpak o "traje de lluvia", que consiste en un chubasquero de los de toda la vida a juego con unos pantalones impermeables del mismo material. El traje en cuestión se lo ponen poco antes de salir de casa, encima de su ropa al uso, nota bene encima del traje, la corbata, la falda, el vestido, el abrigo... ( sobre la falda y el vestido, cómo lo hacen sigue siendo el centro de un trabajo de investigación en el que todavía estamos trabajando), y se lo quitan al llegar al trabajo, dejándolo colgado en el perchero, al lado del paragüero vacío. Porque por supuesto, aquí nadie lleva paraguas... para qué... el que no se quiera mojar se pone el traje de lluvia, por el que solo asoman los ojos, la nariz y poco más por el agujero de la capucha. Y el que no le importe, que también son varios, lo que hace es ir colgando prendas de ropa variadas en los radiadores que rodean su mesa de trabajo, sacudirse las melenas cual perro pachón y hala, a lo suyo.
Con este cariño que le profesan a sus bicicletas, es normal que nos encontremos modelos de cualquier tipo y condición. Aunque también hay usuarios que las prefieren "peladas", con los pedales y poco más, lo normal es que lleven por lo menos un accesorio trasero para llevar el maletín u otros aperos de trabajo. Las de señoras suelen llevar también una cesta delante, en la que no pocas veces asoma la cabeza de un perrito pequeño (que los llaman "vikingos"). A los casados no hace falta mirarles el dedo anular, como hacía Carrie en Sexo en Nueva York. Basta con contar el número de asientos infantiles que lleva su bici para saber cuántas veces le han hecho padre. Si resulta que el señor o señora en cuestión es un buen semental/a y el número de niños es mayor de 2, no es raro que en la parte de la rueda de delante lleven un cajón de madera para meter dentro a la descendencia. Este modelo se llama bakfiets o bicicleta de panadero, ya que parece ser que antaño el repartidor del pan llevaba el pan en esta especie de cajón, aunque los españoles que viven por aquí las llaman "bicicarro". En este caso la peña se corta un poco más con lo de la exposición a las lluvias, y la mayoría tienen una especie de toldo articulado de plástico con ventanitas, de quita y pon, con lo cual los niños van tapados en los días grises. Ni os imagináis todo lo que cabe allí dentro, además de niños. Y tampoco lo que debe de pesar pedalear con un artilugio de esos. No lo entiendo porque la mayoría de las mamás en "bicicarro" (suelen ser más bien artículo de señoras) no parece que tengan la silueta estupenda que cabría esperar, sino más bien todo lo contrario. Y es que hay que ser un poco potranca para poder maniobrar con este aparato sin dejarte los hígados en el intento. Algunas veces el bicicarro viene combinado con un aparato de lo más ingenioso, una especie de hierro lateral con una tira de velcro en el que las sufridas mamás enganchan, puesta de pie, una sillita de estas de niño que plegada queda poco más que del tamaño de un palo. Este porta-sillas (ni idea de si tiene nombre en español), también se puede llevar en una bici normal combinada con asientos de niño: para bebés, en el manillar, para niños mayores, detrás del sillín (llevarlo en una bici sin asientos para niños no tendría lógica ninguna, porque a ver para qué quiere alguien una sillita de niño sin niños). Aunque cosas que se escapan a la lógica se ven también cuando alguien pasea tranquilamente en su bicicleta mientras con una mano agarra el manillar de una bici vacía que va empujando a su lado. Esta es una estampa bastante normal por estos parajes. Siempre me queda la duda de las causas que impulsan a un ser humano a llevar una bici vacía de esta guisa, aunque seguro que, como para -casi- todo, hay una explicación lógica. Yo por si acaso no lo intentaría si no quiero acabar con una bicicleta de sombrero. Es que esa es otra, el dominio que tienen los aborígenes primarios holandeses con la bicicleta. Es que deben de nacer ya con ella entre las piernas. Al poco de llegar a Holanda, un galante aborigen se ofreció a llevarme a no sé dónde en la parte de atrás de su bici. Cuando yo pensaba en subirme a horcajadas (y más bien, cómo subirme dando la imagen de que aquello de encaramarse allí arriba era cosa de todos los días), el aborigen en cuestión arrancó inesperadamente, mirando hacia atrás y diciendo "Pero subeeeee" ¡Pero cómo me voy a subir, si ha tomado usté las de Villadiego! Pues al parecer ésa es la manera. No se sube uno a horcajadas, como si fuese montado en pony, sino con las dos piernas al mismo lado y de un salto, mientras el conductor ya ha arrancado. Pa habernos matao, pero esta es una maniobra que se observa a diario y en todas partes. Lo más normal del mundo. Del mundo holandés, claro, porque en España... en nuestros tiempos hasta de pie iba uno en la parte de atrás de la bici de su colega, agarrado a sus hombros, pero después de haberse subido con sudor y esfuerzo mientras la bici estaba parada. Además, en aquellos tiempos éramos todos más flexibles. Les hace gracia cuando les digo que en España las bicis son mayormente cosa de niños, o por lo menos es el recuerdo que yo tengo, aunque hoy en día en nuestro país hay más carriles-bici y alguno que se anima. Pero creo que la estampa del papá, la mamá, el perrito en la cesta y la bolsa del picnic paseando en bicicleta va a tardar en darse, si es que se da algún día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario